La tragedia de la Cárcel de San Miguel.

 

¿Nos debiese sorprender el desastre de la cárcel de San Miguel? ¿Nos debiese asombrar el nivel de hacinamiento de nuestras cárceles? ¿Nos debiese impresionar que pese a que las autoridades estaban en conocimiento del tema no hayan hecho nada?

Dejo las preguntas planteadas y lanzo una reflexión de Foucault.

“Desde el principio, la prisión debía ser un instrumento tan perfeccionado como la escuela, el cuartel o el hospital y actuar con precisión sobre los individuos. El fracaso ha sido inmediato, y registrado casi al mismo tiempo que el proyecto mismo. Desde 1820 se constata que la prisión, lejos de transformar a los criminales en gente honrada, no sirve más que para fabricar nuevos criminales o para hundirlos todavía más en la criminalidad. Entonces, como siempre, en el mecanismo del poder ha existido una utilización estratégica de lo que era un inconveniente. La prisión fabrica delincuentes, pero los delincuentes a fin de cuentas son útiles en el dominio económico y en el dominio político. Los delincuentes sirven”.

Por último, y a título personal, resulta curioso que los medios que ahora se alarman por la tragedia, sean los mismos que exigen mano dura de los tribunales contra los criminales, los mismos que rasgan vestiduras por la “puerta giratoria” de la justicia, los mismos que dicen que los delincuentes debiesen estar presos.