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martes, junio 05, 2007


Nos pusimos densos...

La competencia por ser Dios.

En sus marcas, listos: ¡¡partieron!!

Desde tiempos inmemoriales el hombre ha desatado en su corazón el deseo de desafiar a Dios, de ocupar su lugar, de sentir esa omnipotencia inherente de un ser supremo. Desde Prometeo, portador del fuego birlado de los dioses para entregárselo a los hombres, hasta Nietzche o Dostoievski a través de Kirilov, su personaje de “Los Endemoniados”, el hombre ha buscado provocar a Dios, al ser máximo, para luego derrotarlo y ocupar su trono.

En el caso de Kirilov, éste señala “Si dios no existe, yo soy Dios”, convertirse en dios es solamente ser libre en esta tierra, no servir a un ser inmortal, agrega luego “He buscado durante 3 años el atributo de mi divinidad: es la independencia”.Tanto para Nieztche como para Kirilov, si Dios existe, todo depende de él y contra su voluntad nada podemos hacer. Por ende si dios no existe, todo dependería de nosotros. Tanto para Kirilov como para Nieztche, matar a Dios es hacerse dios uno mismo, es realizar en esta tierra la vida eterna de que habla el Evangelio. Por lo tanto, en este mundo sin Dios, el hombre vive ahora en solitario y sin dueño, pero esa soledad y libertad cuesta caro dado que no existe Dios, por ello el hombre se hace “responsable de todo lo que vive, de todo lo que, nacido del dolor, está condenado a sufrir la vida”. Este peso tan agobiante sobre los hombros del ser humano, va a millar sus fuerzas, va a enajenarlo, es demasiada la responsabilidad que recae sobre el ser humano, el hombre cae finalmente derrotado. Vamos, no existe dios, pero el peso que nos deja dicha afirmación es tan grande que termina por destruirnos (Sin ir más lejos, Nietzche admiraba a los jesuitas y se dice que sus últimos días de genialidad fueron consumados por una locura, provocada – según se dice - por las consecuencias de la ausencia de Dios). Hay una frase de Camus que resulta interesante al respecto: “Prefiero vivir toda mi vida creyendo que Dios existe, y al morirme enterarme que no existe. Que vivir toda la vida negando su existencia, y que al morirme enterarme que sí existe”.

Este deseo del hombre de transmutarse en creador omnipotente ha pasado también por la ficción (Frankenstein) y por las ciencias. Así muchos aspiran a producir una nueva raza humana, intervenir en ese proceso natural y crear una estirpe de humanos genéticamente perfectos. Así, la ciencia -y ya no el ser humano- engendraría seres humanos inteligentes, hermosos, sanos y quizás inmortales, dependiendo del precio que las familias puedan pagar.

James Watson, Premio Nobel, descubridor de la estructura del ADN y jefe del Proyecto Genoma Humano, pregona el absolutismo científico. Watson se niega a aceptar ningún límite a la manipulación de las células humanas reproductivas: ningún límite a la investigación, ni al negocio. Muy tranquilo, señala: “Debemos mantenernos al margen de los reglamentos y las leyes”.

Gregory Pence, que dicta cátedra de Etica Médica en la Universidad de Alabama, reivindica el derecho de los padres a elegir los hijos que tendrán, “del mismo modo que los criadores hacen cruzas buscando al perro más adecuado para una familia”.Y el economista Lester Thurow, del Massachusetts Institute of Technology, exitoso teórico del éxito, se pregunta quién podría negarse a programar un hijo con mayor coeficiente intelectual. “Si usted no lo hace –advierte–, sus vecinos lo harán, y entonces su hijo será el más estúpido del barrio.”

El deseo del hombre de alterar la naturaleza, de ser el creador omnipotente quien da y quita la vida, hará que no en un futuro muy lejano, tengamos una casta de niñitos perfectos, sin ningún problema, individuos de una súper raza al puro estilo nazi, pero sin las cámaras de gases o al puro estilo norteamericano pero sin cirugía. Acá solo bastaría algunas modificaciones genéticas, algunos juegos en el ADN y listo: el ser humano perfecto, para después distribuirse en cadena.
Sin duda que nadie quisiera un mundo así, considero que todos amamos esa imperfección en el otro, despertar y notar a tu amada(o), observarla(o) cautivarte con ese belleza tosca, esa individualidad, que la(o) hace ser única(o), que hace que la ames ciegamente.

Citando a Kierkegaard, en su “Diario Íntimo”: " Imaginemos a un pajarillo: por ejemplo, una golondrina enamorada de una jovencita. La golondrina podría, por lo tanto, conocer a la muchacha (por ser diferente a todas las demás), pero la joven no podría distinguir a la golondrina entre cien mil. Imaginad su tormento cuando, a su retorno en primavera, ella dijera: Soy yo, y la joven le respondiera: No puedo reconocerte. En efecto, la golondrina carece de individualidad. De ahí se deduce que la individualidad es el presupuesto básico para amar, la diferencia de la distinción”.

Creo que el afán del hombre de luchar con dios, de ocupar su sitial en un plano filosófico tiene en el fondo consecuencias funestas, bajo una presión angustiante (por la ausencia de Dios) lo reduce en último término a un animal paranoico desprovisto de imperativos morales ad portas del suicidio (“¿Cómo no comprendes – exclama Kirilov- que esa es razón suficiente para matarse?”). En un plano científico, querer “mejorar la raza”, creando un ejército de personas perfectas, inteligentes, hermosas y saludables, es una idea totalmente aberrante y vomitiva. Negar la belleza de la imperfección, negar el encanto que reside en esa individualidad de la persona a la que amas, es negar aquello que hace que valga la pena amar. Yo no busco la perfección en la amada, todo lo contrario es aquello que la distingue de otra persona lo que me cautiva, me apunto a Kierkegaard en ese sentido. Alterar la naturaleza, situarse en un pedestal de creador omnipotente, erigirse como ser supremo, capaz de crear seres a su antojo, es un afán arcaico en el hombre, cuyas consecuencias empíricamente han sido nefastas. Por ejemplo, está comprobado científicamente que los animales clonados por los científicos locos, han sido animales débiles y de corta longevidad. Apliquemos ello a los seres humanos, que el destino del mundo esté en manos de unos lunáticos megalómanos seudo dioses, resultado: una raza de perfección en cuyo trasfondo reside el despreciable ego humano.

5 sindicalistas furiosos:

Anónimo dijo...

Muuuuy denso.

Ehm... me da miedo no creer en dios. ya casi no creo en dios. dios no existe, lo inventó el hombre.

Anónimo dijo...

te juiste en la volá...pero wen tema... :p
tbn tiene relacion con el otro tema ke planteaste de las mujeres bellas k kieren alcanzar la perfeccion fisica...
toos los extremos son malos y en este caso buscar la perfeccion humana es malo pa la salud mental...
toa esta gente ke vive operandose,estirandose,sacandose wata jajaja al final no son felices...siempre se encuentra alguna pekeña imperfeccion como pa volver otra vez a la sala de operaciones...es un circulo vicioso...
hay ke ser felices con las imperfecciones ke uno tiene no ma jajaja aunke no me vendria nada de mal una wena extraida de grasa corporal ajjaa
cariños pa toos los imperfectos!
Polly
was
here
=^.^=

Matías Rovano dijo...

uta wn, me dio paja leer, cuando llegue a la casa lo veo atentamente y hago un comentario mas "ad hoc"
chaela

insecta dijo...

Sabís q he escrito varias cosas, así como historias, y no sé pq pero siempre q las empiezo, empiezo contandotelas a ti ...
El otro día te iba a contar, pero me dio verguenza, ahora igual me da verguenza, pero no sé, quería q lo supieras, así como para tener tu permiso... me das permiso?

Mira, q aquí podís postear tranquilo.

Anónimo dijo...

Recomendarme temas de los Beach, està de màs (: los adoro, y good vibrations es uno de mis favoritos.

ehm.. una pena qe estès enfermo. me he salvado de contagiarme, andan toos igual.

tengo ganas de ir a valpo, a qe me contagien una peste qe me recomendaron ...

en fin. cuidate tu enfermedad. aprovèchate de ella, y contrata una enfermera personal.

^^