Alcohuaz, Un encuentro con el más allá.
Extracto del libro “10 Formas para perder peso comiendo en Mc`donalds”
Del mundialmente reconocido Carlos Anónimo.
PRIMERA PARTE:
"De las aventuras y desventuras de los 3 chiflados para llegar a Alcohuaz".
El día se vestía de nubes, pero en nuestros corazones alumbraba un sol hijo de puta. Así empezaba un viaje hacia lo recóndito de la locura; Alcohuaz.
Mis acompañantes: “El Hijo” (guía espiritual, amante de la paz, experto en anarquía y en huevos duros, morfológicamente comparte rasgos con la nutria), “El moco” (personaje popular, de contextura morrocotuda, experto en modelar para cámaras, bailarín eximio de cueca, el adonis del viaje, morfológicamente comparte rasgos con el lobo marino de río), y yo, “El carlito” (comediante serio, ducho en temas como las técnicas del chi, bañarse con traje de baño y comer comida seduciendo a menores de edad, liberal en cuanto a los excesos de la droga y el alcohol, se considera un conservador, morfológicamente se asemeja a la foca de río).
La hora acordada, 9 de la mañana. Hora en que me despierto, 9. 20 de la mañana. La reacción era de asombro, sin duda los planetas se pusieron de acuerdo para jugarme una mala pasada. Me despierto preocupado por el Moco, quien lleva 2 horas esperándome en el Terminal de buses, pensé que finalmente se lo habían violado o se había ido solo, quien sabe donde, nunca lo supimos realmente. Finalmente, con El Hijo llegamos al Terminal buses rumbo a lo desconocido. Moco nos aborda de manera enfurecida, quizás producto de las drogas que consumió la noche anterior, nunca entendí esa mueca singular que hizo, sin duda era un prototipo especial, un mutante angelical.
El primer bus, era un bus para los pitufos, demasiado pequeño para nosotros. Enemigos de Gárgamel , decidimos esperar otro bus y no comernos a los pitufos, además tenía sueño e indigestión. Llegó un bus que era para nuestra estatura, hermoso, limpio, con fragancia a peo calduo, espacioso, ideal para los ejercicios tántricos del Hijo.
Del viaje no recuerdo mucho, el sueño era pesado, quien sabe lo que habrá pasado mientras dormía, quizás las azafatas hicieron un show erótico, quizás fuimos abducidos, quizás me embarazó un alienígena, quizás mi hermano ahora es un androide, nunca lo sabré, lo amo igual, es mi hermano, aunque quizás el ya no es el mismo.
Desperté en Vicuña, donde un amable hombre profesaba su fe vendiendo empanadas de queso, quizás las mejores que probé en mi vida...
Me despierto perdido. Miro a mi alrededor y veo señoras gordas, rostros curtidos, desesperación, pelos teñidos amarillo orina. Asustado, recuerdo que dije: “demonios que mierda es esto”.
Seguimos rumbo a Pisco Elqui, hasta que llegamos a Pisco Elqui.
El aire penetró en mi alma, sentí calor en mi interior, algo en la atmósfera provocó ganas de desnudarme, pero advertí el impacto que causaría dicha impetuosa acción.
Nos comunicamos telepáticamente con nuestros familiares. Le dije a mi padre: “viejo, llegué”. El me respondió con un largo: “ok”.
Degustamos una sabrosa comida, cuando a Moco le da súbitamente un ataque de modelo masculino y decide realizarse un retrato fotográfico para inmortalizar su belleza, nos dice encolerizado: “Sin foto no como”, entiendo su lenguaje de australopitecos, el hijo razona socráticamente y me dice; “Hazlo”, después de unas fotos se tranquiliza. Nos atiende una joven doncella, sus ojos me dicen que se llama “Lolita”, Moco e Hijo me hacen muecas incomprensibles, deduzco racionalmente que insinúan una probable unión de mi persona con ella, les digo que la diferencia de edad es alarmante y la condena a cárcel me atemorizaba. Sin embargo, después de almorzar, le doy una servilleta con un mensaje, le digo que la vendré a ver cuando cumpla la edad legal, por mientras le dejó un muñeco Ken con mi rostro, también tiene un pelo mío, es un muñeco vodoo. Desesperados por el calor, el Hijo hace una observación trascendental. Hablamos con una autoridad verde, nos dice donde queda la ruta hacia Alcohuaz. Nos dirigimos al camino, nos instalamos a hacer dedo, esperábamos que un camión lleno de mujeres nos lleve a nuestro destino. Eran 20 km hacia Alcohuaz. Fue en ese momento en que, victimas del calor, a Moco le da un ataque narcisista de belleza y desea retratarse de manera salvaje, el Hijo acompaña con parsimonia la pintoresca imagen. En ese instante, como por milagro, aparece una carroza conducida por el mismísimo Eliseo Salazar pero en una versión copete 3.0. Moco y yo nos fuimos en la parte de atrás de esa camioneta, el Hijo coqueto e intelectual decidió irse adelante y propasarse con la ninfa (probable pareja del conductor loco). Era obvio que el Hijo había encontrado su media naranja, ambos eran flacos, el Hijo cero musculatura pero harto amor, ella era bailarina y un cuerpo esculpido por dioses, era ostensible que la bailarina había encontrado a su soldadito de plomo, sus labios se reconocían mutuamente, el Hijo discurría temas trascendentales y proponía alternativas al modelo ladrón que nos consumía, ella lo miraba y lo acariciaba extasiada en una suerte de transe lisérgico. Ambos eran experimentales.
Nosotros con Moco, dimos rienda suelta a la cámara fotográfica, nos inmortalizamos frente la naturaleza, fue algo mágico.
Llegamos a Horcón, el último refugio Hippie después de Woodstock y la pésima teleserie del canal 13. Eran Hippies, pero eran aristócratas, eran de modales fastuosos, de gestos finos, hay gente que no tiene piscina en sus casas, estos millonarios tenían ríos y enormes terrenos. Sin duda, eran unos burgueses desfachatados, unos cerdos fascistas, como dijo el Hijo, durante su primera epifanía.
Seguimos en la carroza endemoniada rumbo a Alcohuaz, sin duda, rocé los labios de la muerte varias veces durante el trayecto en camioneta...
Continuará…
Extracto del libro “10 Formas para perder peso comiendo en Mc`donalds”
Del mundialmente reconocido Carlos Anónimo.
PRIMERA PARTE:
"De las aventuras y desventuras de los 3 chiflados para llegar a Alcohuaz".
El día se vestía de nubes, pero en nuestros corazones alumbraba un sol hijo de puta. Así empezaba un viaje hacia lo recóndito de la locura; Alcohuaz.
Mis acompañantes: “El Hijo” (guía espiritual, amante de la paz, experto en anarquía y en huevos duros, morfológicamente comparte rasgos con la nutria), “El moco” (personaje popular, de contextura morrocotuda, experto en modelar para cámaras, bailarín eximio de cueca, el adonis del viaje, morfológicamente comparte rasgos con el lobo marino de río), y yo, “El carlito” (comediante serio, ducho en temas como las técnicas del chi, bañarse con traje de baño y comer comida seduciendo a menores de edad, liberal en cuanto a los excesos de la droga y el alcohol, se considera un conservador, morfológicamente se asemeja a la foca de río).
La hora acordada, 9 de la mañana. Hora en que me despierto, 9. 20 de la mañana. La reacción era de asombro, sin duda los planetas se pusieron de acuerdo para jugarme una mala pasada. Me despierto preocupado por el Moco, quien lleva 2 horas esperándome en el Terminal de buses, pensé que finalmente se lo habían violado o se había ido solo, quien sabe donde, nunca lo supimos realmente. Finalmente, con El Hijo llegamos al Terminal buses rumbo a lo desconocido. Moco nos aborda de manera enfurecida, quizás producto de las drogas que consumió la noche anterior, nunca entendí esa mueca singular que hizo, sin duda era un prototipo especial, un mutante angelical.
El primer bus, era un bus para los pitufos, demasiado pequeño para nosotros. Enemigos de Gárgamel , decidimos esperar otro bus y no comernos a los pitufos, además tenía sueño e indigestión. Llegó un bus que era para nuestra estatura, hermoso, limpio, con fragancia a peo calduo, espacioso, ideal para los ejercicios tántricos del Hijo.
Del viaje no recuerdo mucho, el sueño era pesado, quien sabe lo que habrá pasado mientras dormía, quizás las azafatas hicieron un show erótico, quizás fuimos abducidos, quizás me embarazó un alienígena, quizás mi hermano ahora es un androide, nunca lo sabré, lo amo igual, es mi hermano, aunque quizás el ya no es el mismo.
Desperté en Vicuña, donde un amable hombre profesaba su fe vendiendo empanadas de queso, quizás las mejores que probé en mi vida...
Me despierto perdido. Miro a mi alrededor y veo señoras gordas, rostros curtidos, desesperación, pelos teñidos amarillo orina. Asustado, recuerdo que dije: “demonios que mierda es esto”.
Seguimos rumbo a Pisco Elqui, hasta que llegamos a Pisco Elqui.
El aire penetró en mi alma, sentí calor en mi interior, algo en la atmósfera provocó ganas de desnudarme, pero advertí el impacto que causaría dicha impetuosa acción.
Nos comunicamos telepáticamente con nuestros familiares. Le dije a mi padre: “viejo, llegué”. El me respondió con un largo: “ok”.
Degustamos una sabrosa comida, cuando a Moco le da súbitamente un ataque de modelo masculino y decide realizarse un retrato fotográfico para inmortalizar su belleza, nos dice encolerizado: “Sin foto no como”, entiendo su lenguaje de australopitecos, el hijo razona socráticamente y me dice; “Hazlo”, después de unas fotos se tranquiliza. Nos atiende una joven doncella, sus ojos me dicen que se llama “Lolita”, Moco e Hijo me hacen muecas incomprensibles, deduzco racionalmente que insinúan una probable unión de mi persona con ella, les digo que la diferencia de edad es alarmante y la condena a cárcel me atemorizaba. Sin embargo, después de almorzar, le doy una servilleta con un mensaje, le digo que la vendré a ver cuando cumpla la edad legal, por mientras le dejó un muñeco Ken con mi rostro, también tiene un pelo mío, es un muñeco vodoo. Desesperados por el calor, el Hijo hace una observación trascendental. Hablamos con una autoridad verde, nos dice donde queda la ruta hacia Alcohuaz. Nos dirigimos al camino, nos instalamos a hacer dedo, esperábamos que un camión lleno de mujeres nos lleve a nuestro destino. Eran 20 km hacia Alcohuaz. Fue en ese momento en que, victimas del calor, a Moco le da un ataque narcisista de belleza y desea retratarse de manera salvaje, el Hijo acompaña con parsimonia la pintoresca imagen. En ese instante, como por milagro, aparece una carroza conducida por el mismísimo Eliseo Salazar pero en una versión copete 3.0. Moco y yo nos fuimos en la parte de atrás de esa camioneta, el Hijo coqueto e intelectual decidió irse adelante y propasarse con la ninfa (probable pareja del conductor loco). Era obvio que el Hijo había encontrado su media naranja, ambos eran flacos, el Hijo cero musculatura pero harto amor, ella era bailarina y un cuerpo esculpido por dioses, era ostensible que la bailarina había encontrado a su soldadito de plomo, sus labios se reconocían mutuamente, el Hijo discurría temas trascendentales y proponía alternativas al modelo ladrón que nos consumía, ella lo miraba y lo acariciaba extasiada en una suerte de transe lisérgico. Ambos eran experimentales.
Nosotros con Moco, dimos rienda suelta a la cámara fotográfica, nos inmortalizamos frente la naturaleza, fue algo mágico.
Llegamos a Horcón, el último refugio Hippie después de Woodstock y la pésima teleserie del canal 13. Eran Hippies, pero eran aristócratas, eran de modales fastuosos, de gestos finos, hay gente que no tiene piscina en sus casas, estos millonarios tenían ríos y enormes terrenos. Sin duda, eran unos burgueses desfachatados, unos cerdos fascistas, como dijo el Hijo, durante su primera epifanía.
Seguimos en la carroza endemoniada rumbo a Alcohuaz, sin duda, rocé los labios de la muerte varias veces durante el trayecto en camioneta...
Continuará…
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